Para muchos es difícil comprender que vivimos en la era del cambio acelerado y la inmediatez, especialmente en el ámbito profesional. Cuando era un niño, siempre oí el paradigma de la seguridad laboral: ser funcionario o tener un puesto de trabajo fijo en una gran compañía era algo así como ser bendecido por la gracia divina. Quienes ya eran adultos en los años 80 y 90 permanecían en sus empresas durante muchos años (incluso décadas). Apenas rotaban. Y, lo que es aún más importante, poco después de cumplir los 60 años se jubilaban habiendo desarrollado la misma actividad profesional toda su vida. ¿Creéis que nosotros viviremos la misma realidad? No ¿verdad? Yo tampoco lo creo.
Nací pocos meses después de que se firmara la actual constitución en España alejado de las grandes capitales (en la hermosa comunidad de Cantabria). De niño, dos aspectos me caracterizaban:
- Era un niño feliz, expresivo y optimista.
- Era altamente sensible. Posiblemente, lo que los psicólogos hoy llaman PAS.
Pronto comencé a destacar académicamente. Pero no creo que fuese más listo que el resto, ni mucho menos. Desde aquel momento, todo lo que he hecho (bien o mal) se ha basado en mi capacidad de esfuerzo, una enorme pasión por cada cosa que hago y una actitud de aprendiz eterno. Me emociona verme tan reflejado hoy en mi hijo de 7 años, quien ha heredado estos atributos (y otros muchos de su madre). Es mi versión evolucionada, mi yo 2.0.
¿Sabéis qué atrajo mi interés completamente en aquella época? La tecnología y, especialmente, los ordenadores. En nuestra familia aterrizó un MSX de 64 Kb. Cualquier foto de vuestro actual smartphone ocupa al menos 50 veces más de memoria que su capacidad total. Aquel curioso teclado unido a un reproductor de cassettes y a un enorme monitor me impresionaba. Por profundidad no entraría en muchas de las minimalistas mesas de escritorio de Ikea hoy. Y algunos años después llegó el primer PC. Pero no me atraían únicamente los videojuegos (aunque también es cierto, dedique muchas horas a jugar a títulos que ahora sonarían a clásicos vintage). Era una herramienta en la que podías programar tu propia creación. Fascinante, ¿verdad?
No toda mi juventud se rodeó únicamente de ordenadores: estudié ingeniería industrial (ya que su versión informática tardó unos años más en llegar a mi comunidad), hice teatro, dirigí un cortometraje y disfruté de playas y fiestas con buenos amigos.
Antes de terminar mis estudios universitarios, mis habilidades tecnológicas me abrieron las puertas de una multinacional alemana. Allí tuve la oportunidad de ingresar definitivamente en el mundo corporativo. Conocí a grandes profesionales a los que siempre he admirado, pero había algo que no me convencía. ¿Recordáis lo que mencioné al principio sobre tener un puesto fijo en una gran compañía? Pues no lo vi claro. Y tengo que decir que iba a contracorriente. Muchos me miraron extrañados. Posiblemente creyeron que estaba loco. Pero aquella voz interior que con el paso del tiempo he acabado comprendiendo, me dijo claramente que ese no era mi camino. Quién sabe que hubiera sucedido si, como me recomendaban casi todos, no la hubiese hecho caso.
Y, ya en 2004, decidí rendirme a mi llamada al emprendimiento. Han pasado más de 17 años desde aquel momento y, con mayor perspectiva, podría dar algunos consejos a todos lo que hoy quieran dar este paso. Emprender no es fácil. Requiere entrenamiento, adquirir muchas habilidades y toneladas de resiliencia. En aquel momento, un joven inexperto de 26 años no estaba preparado. Me he caído muchas veces. ¡Y cometí tantos errores! Pero, sobreviví. Y no cambiaría por nada todo este proceso.
He emprendido solo, participado en un proyecto en el que invirtieron varios business angels o construido proyectos con más socios. Junto a Lluís Soler Gomis he creado SoftDoit, la primera consultora 100% digital para que cualquier empresa, negocio o profesional seleccione el mejor software en función de sus necesidades particulares. También fundé y desarrollé Nubily, una solución que hoy ayuda a empresas y profesionales a crear su propia academia online.
Descubrí, después de muchos intentos, que la clave está en encontrar un propósito firme como emprendedor. Lo demás se puede aprender. Tienes que descubrir que es lo que te diferencia y te hace singular. Necesitas tener una brújula que te oriente tanto en los malos como en los buenos momentos. Porque emprender es mantener el equilibrio en una constante montaña rusa. Y ahora que llega una nueva era en la que el trabajo está reinventándose, donde las "company of one" se hacen más relevantes y donde el ser humano se prepara para la vida de 100 años... descubrir el propósito es realmente necesario.